LA ÉPOCA COLONIAL








  • Para la historia de México el periodo conocido como la Colonia o el Virreinato empieza en el siglo XVI, cuando los españoles, al mando de Hernán Cortés, conquistaron la antigua México-Tenochtitlan. Así fundaron la Nueva España, nombre que los conquistadores le dieron a la actual ciudad de México. También se conoce esta etapa con el nombre de Virreinato porque el país, durante el tiempo que duró, fue gobernado por un representante del rey de España que tenía el título de virrey.
  • Es muy raro que haya épocas que abarquen exactamente una cifra decimal redonda, pero en nuestra historia colonial así es, ya que se considera que esta etapa empieza estrictamente en el año de 1521, cuando cayó en poder de los españoles la antigua ciudad de México-Tenochtitlan, y termina en 1821, año en el que se declaró la Independencia de México.




El arte colonial en México, también es conocido como Novohispano o arte de Nueva España, fue, inicialmente, un reflejo de los ideales político-religiosos característicos de la tradición europea inserta en los territorios de América.







En las primeras construcciones, el rasgo más llamativo son las capillas abiertas (llamadas también capillas de los indios), así como los frescos con fines didácticos. Los elementos góticos y renacentistas de las construcciones se combinan con elementos mudéjares y arcaísmos medievales.


La arquitectura de los siglos XVI al XVIII es sin duda la huella más visible del México colonial. Durante este período se construyeron cerca de quince mil templos y una treintena de catedrales, promovidos y construidos por la iglesia católica y gracias a la abundante buena mano de obra indígena más o menos especializada (tan sólo en los primeros cincuenta años fueron construidos por lo menos 250 conventos de franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas).

La singularidad de la arquitectura tiene su base en el relativo aislamiento de la colonia, y en la aportación de los propios indígenas durante su fase de aprendizaje de las técnicas españolas. Las propuestas locales se manifiestan en los diseños ornamentales que evolucionarían, más tarde, hacia el plateresco, como la portada del templo agustino de Acolman o la de la iglesia de Yuriria.






La escultura posterior a la conquista se divide en dos áreas: decorativa y estatuaria . Ambas se realizaron en piedra o en madera . El arte plateresco fue esencialmente escultórico y en la Colonia produjo importantes retablos.

Durante la época de la colonia, la pintura mexicana estuvo fuertemente influida por los temas religiosos y enfocados a la técnica mural. Los grandes retablos y los bajorrelieves de espíritu indígena constituyeron las formas más frecuentes de la escultura de aquel tiempo.

Las obras eclesiásticas eran, evidentemente, las más importantes, no sólo por sus dimensiones sino porque tenían mayor apoyo, sobre todo gracias a las clases más poderosas económicamente.













Los ritmos mexicanos son el resultado de un largo mestizaje entre numerosas formas musicales que se han dado en los últimos quinientos años.

Durante la época precolombina la música formó parte de todas las ceremonias rituales. Los instrumentos como el huehuetl , una especie de tambor; el teponaztli , un tronco hueco; las flautas de caña y arcilla o caracoles de mar eran comunes en las ceremonias religiosas y civiles.

Con la llegada de los españoles los ritmos se conservan, pero se mezclan con los ritmos recién llegados, y los instrumentos españoles , como la guitarra, el arpa, el violín o el órgano, se impusieron rápidamente.

Entre la música popular destacan el huapango , ritmo originario de Veracruz en el que se utiliza instrumentos de cuerda; la sandunga , muy parecida al fandango; la música ranchera , generalmente de temas amorosos y dramáticos, o el corrido , mucho más alegre.



La minería en Nueva España comienza aproximadamente en 1532, cuando los españoles, en su búsqueda de oro, crearon el primer distrito minero que abarcaba Taxco, Sultepec y Zumpango del Río. El segundo distrito lo componían Real del Monte y Real de Pachuca, surgidos hacia 1547 y 1554.

La minería primero se centró en la zona occidente del país y poco después se trasladó al norte y al centro, trayendo consigo un proceso de colonización de tierras baldías.







La minería en la América española se centró en la extracción de metales preciosos, es decir, plata y, en menor medida, oro. Los minerales de baja ley (cobre, estaño, plomo, etc.) fueron explotados muy escasamente, si bien eran corrientes. Especialmente en los Andes, en territorios de la Audiencia de Charcas, existían yacimientos de estos metales. Además se descubrió una zona rica en perlas alrededor de la isla Margarita, pero se agotó en el siglo XVI. De hecho resultaba más barato importar los metales de baja ley (por ejemplo el hierro), antes que producirlos en América.

En un comienzo los nativos fueron violentamente presionados para que revelaran la procedencia del oro de sus adornos. Luego, la ininterrumpida búsqueda de metales preciosos permitió a los españoles el hallazgo de importantes yacimientos mineros, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI.





Serie de gráficos ilustrativos de la producción minera colonial.


En torno a las industrias extractivas giraron otros sectores de la economía, como agricultura, comercio y transportes. Para abastecer a las ciudades mineras surgieron explotaciones agrícolas y ganaderas alrededor de ellas y para dar salida a la producción metálica se construyeron caminos que las unían con los puertos de embarque.

Tal como indica Guillermo Céspedes del Castillo, el flujo de metales preciosos hacia Europa "transforma y activa la vida económica del Viejo Mundo y de todo el orbe". De hecho, las exportaciones de oro y plata a la península alcanzaron una proporción superior al noventa por ciento del valor total de las mismas.




A pocos años de consumada la conquista se establecieron en el Nuevo Mundo técnicos con patente de ingenieros militares que tuvieron a su cargo el diseño, dirección y construcción de numerosas obras, tanto de carácter militar como civil. A lo largo de primer siglo de dominio colonial destaca su actividad en la defensa de los territorios del Imperio al establecer, desde finales del siglo XVI, un plan de defensa para el golfo de México, el mar Caribe y América Central, desarrollado más ampliamente en el curso de los siguientes dos siglos hasta extender su cobertura a la América del Sur.










El desarrollo y consolidación de rutas comerciales entre España y sus colonias americanas fomentó el desarrollo de los puertos como lugar de entrada y salida de mercancías y riquezas. Estas actividades despertaron la codicia de otras naciones que intentaron desestabilizar la economía española mediante actividades ilícitas como el contrabando y, sobre todo, con el apoyo que brindaron a piratas y corsarios. Por tanto, para asegurar los flujos de riqueza que se trasladaban a la metrópoli, se requería de construcciones militares que garantizaran sus adecuadas operaciones.








Los primeros ingenieros que llegaron a la Nueva España lo hicieron durante el último tercio del siglo XVI, y una de sus primeras funciones fue poner en práctica el proyecto de defensa propuesto para la isla de San Juan de Ulúa, realizado por el alcalde mayor de Veracruz, García Escalante de Alvarado, y el piloto Diego Gomedel.1 La ciudad había sido blanco de ataques piratas, como fue el caso del ataque de John Hawkins en 1568, y era necesario realizar obras que permitieran una defensa efectiva en caso de nuevos ataques.

Este proyecto se insertó como parte de un gran plan de defensa con la proyección defensiva de los puertos estratégicos para el comercio localizados en el Caribe. Tal fue el caso de la integración del puerto de Veracruz y Campeche para la Nueva España; La Habana y Santiago para la isla de Cuba; San Juan de Puerto Rico y Santo Domingo para La Española, más algunas otros en el istmo centroamericano.











Elaborado por: Castillo Valverde Carla Gabriela, Alondra Reta Amaya, Gutiérrez Castillo Yulith Jaquelín

Expresión Gráfica Digital 







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